sábado, 21 de junio de 2008

Otra vez en Aralar

Volver a un sitio mágico.
Volver a caminar por la Sierra de Aralar no cuesta demasiado. No importa el barro, las pendientes, el afilado lapiaz o las simas que, como trampas de una hormiga león, parecen estar esperando a que algún excursionista despistado se adentre en ellas para acabar devorándolo en el fondo de un embudo de caliza tapizado con musgo, helechos y ortigas.
No cuesta volver cuando tras patear hayedos y prados puedes tumbarte sobre la hierba de la gran depresión en la que pacen y pueden beber vacas con la piel del color de la madera de pino albar y caballos curiosos acompañados del tintineo rudo de sus cencerros.
Junto a lo que se adivina como lo que algún día fuera un refugio de pastores, se puede ver la línea diagonal del bosque, en el que por la noche se oirá la voz de alguna rapaz nocturna que acecha a lirones y ratoncillos en febril actividad vespertina.
Jugando con la imaginación, se pueden ver criaturas milenarias surgiendo lentamente de las grietas de la tierra. Los basajaun del País Vasco y Navarra, musgosos en Cantabria y busgayus de Asturias. Los señores del bosque, aquellos que enseñaron a los hombres tantas cosas, aquellos que no podían mentir y que al nacer Jesucristo se sepultaron bajo el dolmen de Gentilarri.
Y sobre todo, aquellos que sabían que el centro de la Tierra estaba en cualquier lugar, es decir que no hay un lugar más importante que otro. El centro de la Tierra no es New York, Paris, Londres, Pekin o Benidorm; el centro de la Tierra es cualquier lugar en el que nos podamos encontrar y eso significa mucho... dadle vueltas a esta idea.
Pasaron los tiempos de hacer vallados con ramas de fresno, de que la vida gire en torno al ganado, de los prados de verano, del queso, de ver un cuenco para la leche en un tronco. Pasaron los tiempos de las leyendas, el catolicismo fagocitó a todas las creencias en seres fantásticos que poblaban los bosques, los arroyos, las rocas ... las viejas ceremonias acordes a los cambios y fases de la naturaleza apenas se recuerdan.
Hoy es tiempo de alambre de espino, de hacer vida en torno al televisor, de centros comerciales y de innumerables objetos de plástico. Muchos sienten un vacío en su interior, ¿ cómo no sentirlo si le dan la espalda a su madre ? De todos los siglos que el ser humano habita la Tierra, sólo en los últimos años se da el caso de personas que pueden vivir sin acercarse en toda su vida a la naturaleza. No quieren mirar a la cara a su madre, como si no quisieran reconocer su procedencia, como si no quisieran sentirse en deuda por la vida que se les ha brindado.
Conocer la naturaleza, visitarla, es acabar por quererla, asi que salid al campo pero no sólo para hacer deporte, hacedlo como tributo, como ceremonia, hacedlo para conocer a sus gentes, sus frutos, soportad las inclemencias del tiempo recordando que cualquier sitio en el que esteis es el centro, no ya de la Tierra sino del Universo entero ( asi que no lo ensucieis ).

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