Siempre eran los demás a quienes les pasaba y aunque no creía estar inmunizado, mi pobre condición física propiciaba el mirar tanto el plano que difícilmente se me pasaba algo por alto.
Empecé la carrera cabreado, de una moderada mala hostia incluso, por una parte no me habían cambiado la hora de salida como solicité por correo electrónico, pero es que, además, el trazado de mi categoría hacía que ir hasta el triángulo de salida fuera una broma pesada, ya que hacerlo implicaba atravesar agachado un viejo túnel minero, y cuando se salía, y ya con luz para leer el plano, se podía ver que la mejor ruta para llegar al primer control era desandar el camino recorrido y pasar por delante de todos los oponentes que podían ver la “maniobra”. Se ve que no está muy clara la función del triángulo de salida para algunos trazadores.
Ese genio me hizo realizar los dos primeros controles con un ritmo elevado y constante, anhelando el llegar al “score” en el que seguramente me jugaría la carrera; y ya lo creo que me la jugué, ya que no alcancé a ver uno de los 7 controles por los que tenía que pasar. Concentrado y con posibilidades de entrar en podio, fui pasando por los controles del score en el orden que me había propuesto y sólo perdiendo unos 4 minutos en el último (44). El resto de la carrera mantuve las buenas sensaciones y un elevado ritmo de carrera dentro de mis posibilidades. Los puntos finales los hice forzándome a ganar segundos al crono y bajando a tumba abierta. También me esforcé y me vi con fuerzas en el llano sprint final pero, tras llevar la tarjeta de control a revisar, la organización me informa de que he dejado un control sin picar.
Rabia, impotencia, sensación de haber corrido para nada, en fin, un cúmulo de sensaciones desconocidas para mí, ya digo, siempre les pasaba a otros. Bueno, siempre hay una primera vez para todo pero la verdad es que hubiera preferido que no fuera en un entorno tan chulo y con el carrerón que me había marcado. En fín, qué se le va a hacer, hay que tomarse estas cosas con filosofía. Espero tener más cuidado la próxima vez y continuar entrenando para correr más y mejor aunque eso suponga forzarme a mirar más el plano. Es importante encontrar un punto de equilibrio entre la condición física y técnica. Por lo demás el fin de semana estuvo muy bien: cocina asturiana, descenso del Sella, playita en Ribadesella, victoria de un español en el Tour de Francia el sábado, echarse unas risas con los colegas, etc., etc… Ahora a recoger todos los planos que tengo por ahí tirados y a entrenar para las carreras a las que podré ir a partir de septiembre ya que el resto del mes de julio y el de agosto me tocará trabajar bastante y olvidarme de competiciones estivales.
Empecé la carrera cabreado, de una moderada mala hostia incluso, por una parte no me habían cambiado la hora de salida como solicité por correo electrónico, pero es que, además, el trazado de mi categoría hacía que ir hasta el triángulo de salida fuera una broma pesada, ya que hacerlo implicaba atravesar agachado un viejo túnel minero, y cuando se salía, y ya con luz para leer el plano, se podía ver que la mejor ruta para llegar al primer control era desandar el camino recorrido y pasar por delante de todos los oponentes que podían ver la “maniobra”. Se ve que no está muy clara la función del triángulo de salida para algunos trazadores.
Ese genio me hizo realizar los dos primeros controles con un ritmo elevado y constante, anhelando el llegar al “score” en el que seguramente me jugaría la carrera; y ya lo creo que me la jugué, ya que no alcancé a ver uno de los 7 controles por los que tenía que pasar. Concentrado y con posibilidades de entrar en podio, fui pasando por los controles del score en el orden que me había propuesto y sólo perdiendo unos 4 minutos en el último (44). El resto de la carrera mantuve las buenas sensaciones y un elevado ritmo de carrera dentro de mis posibilidades. Los puntos finales los hice forzándome a ganar segundos al crono y bajando a tumba abierta. También me esforcé y me vi con fuerzas en el llano sprint final pero, tras llevar la tarjeta de control a revisar, la organización me informa de que he dejado un control sin picar.
Rabia, impotencia, sensación de haber corrido para nada, en fin, un cúmulo de sensaciones desconocidas para mí, ya digo, siempre les pasaba a otros. Bueno, siempre hay una primera vez para todo pero la verdad es que hubiera preferido que no fuera en un entorno tan chulo y con el carrerón que me había marcado. En fín, qué se le va a hacer, hay que tomarse estas cosas con filosofía. Espero tener más cuidado la próxima vez y continuar entrenando para correr más y mejor aunque eso suponga forzarme a mirar más el plano. Es importante encontrar un punto de equilibrio entre la condición física y técnica. Por lo demás el fin de semana estuvo muy bien: cocina asturiana, descenso del Sella, playita en Ribadesella, victoria de un español en el Tour de Francia el sábado, echarse unas risas con los colegas, etc., etc… Ahora a recoger todos los planos que tengo por ahí tirados y a entrenar para las carreras a las que podré ir a partir de septiembre ya que el resto del mes de julio y el de agosto me tocará trabajar bastante y olvidarme de competiciones estivales.
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