martes, 17 de mayo de 2011

Liga Norte en el Monte de Matagrande

   No tenía nada fácil asistir a esta prueba de Liga Norte, pero aún así no me la podía perder. Tenía que ir a trabajar en turno de tarde y estar en mi puesto a las 14:00 h. así que eché mis cuentas: “Me levanto a las ocho menos cuarto, meo, me lavo, desayuno, agarro la mochila y me voy. Sé que la A-1 está en obras pero como no habrá mucho tráfico pues tardaré una hora más o menos en llegar a Quintanilla Riopico. Salgo a las 10, que es cuando empiezan las salidas y, bueno, más o menos estaré hora u hora y media en carrera; eso si no fallo mucho o me lesiono. Cruzo los dedos intentando ahuyentar la mala suerte. Acabo, me cambio y salgo zumbando. Con suerte estaré en casa entre las 12 y media y la 1. Como algo y a currar”.

   Pufff, la teoría era muy bonita pero la práctica se torció un poco ya que llegué a casa a eso de la 1 y cuarto ( 10 minutos los perdí parado o circulando lentamente por una carrera ciclista que se disputaba en las carreteras cercanas a Aranda ), me quité corriendo el pantalón de orientación, las calcetas y el esparadrapo de los tobillos. Comí un plato de espaguetis recalentados en 5 minutos, cogí algo de fruta y un yogurt y me fui a trabajar. Al final si que llegué a tiempo aunque por los pelos. Luego hice el 100% de la producción y, ya tranquilamente, me pegué una ducha que me supo a gloria. Así que justito pero cumplí lo planeado, sólo que la carrera se prolongó más de lo esperado.

   Tenía que ir a esta carrera porque se disputaba en un monte no demasiado prometedor de cara a la orientación pero se da la circunstancia de que lo conocí hace varios años cuando hice parte del servicio militar en la base militar del Cid Campeador, al Sur del plano, cerca de Tomillares, en la carretera que va de Burgos a Logroño. Recordaba vagamente zonas de densos robledales, algunas trincheras, el camino a Quintanilla y poco más. Cuando hice la mili ya conocía la orientación y al recorrer los caminos de la zona, yo trataba de “cartografiar” el entorno que percibía, imaginando cómo sería correr por allí. Así que cuando surgió esta oportunidad decidí no perderla, aunque tuviera alguna dificultad. 

   La estrategia de la carrera era clara: “NO FALLAR”. Pero eso no era fácil en este plano. La verdad es que no cometí grandes errores pero las características del terreno, con zonas de vegetación espesa, favorecían, por su escasa visibilidad y la reducción de velocidad de carrera, el que se perdieran algunos minutos en las cercanías de los controles. Era imposible mantener una velocidad uniforme de carrera entre balizas; había que correr a tope por caminos y zonas abiertas, pero cuando ya había que meterse en los verdes y rayados la velocidad se reducía mucho, y más cuando se estaba en las cercanías de los controles. La baliza que más me costó fue la 19, pero la primera en la que fallé y me dejó desconcertado fue la número 3. En principio no era una baliza complicada, pero dar con una “cueva” en un terreno llano se convirtió en una misión imposible. Pensaba que la cueva sería una pequeña entrada abierta en una zanja o en un foso, pero no, se trataba de un refugio subterráneo tipo búnker. Cuando finalmente veo el acceso al mismo, me dije: “esto va a ser la cueva” total que no se veía y ya me meto en el refugio y, con el cambio de luz no veía ni la baliza, y eso que la tenía delante de las narices. Finalmente perdí unos 3 minutos que se me hicieron interminables. Sinceramente pienso que la baliza era muy chula, pero aun a riesgo de perder el efecto sorpresa, creo que la organización debería haber avisado del emplazamiento de este control ya que más que una cueva, bajo mi criterio, se trataba de un foso tapado. Estuve parado a 15 metros del búnker e hice un pequeño reconocimiento circular pero, aunque el terreno estaba descubierto, no entendía cómo podía haber una cueva en un terreno raso.

                                                       Matagrande

      En el resto de controles se repetía el mismo patrón, sin dificultad cuando estaban en terreno despejado, pero se complicaban si estaban en vegetación espesa. Finalmente la clasificación, una vez más y de forma muy acusada, se ajustó dejando al frente a aquellos que, aparte de correr más, también perdieron menos tiempo entre el verde. ¿Suerte, destreza, seguridad? Todo influye en nuestro deporte. Yo, por ejemplo, al meterme entre los jóvenes robles me sentía como Luke Skywalker cuando entró entre las raíces del árbol mágico del planeta Dagobah, sabía que lo peor que podía encontrarme era a mí mismo, mis miedos, mi inseguridad. En alguna ocasión me quedaba corto porque temía fallar y no veía la baliza cuando creía que ya debería haberla visto; otras veces me veía incapaz de seguir un rumbo dentro de esa selva, cualquier tronco o espesura podía desviarme de forma fatal.

     También pude perder algo de tiempo bordeando los campos de cereal pero el sentido común me decía que no debía pisarlos. Finalmente mi tiempo me resultó excesivo para la percepción de la duración de la carrera que yo tenía en mi cerebro, y por otra parte pensaba que tanto no había fallado, así que estimé que el tiempo ganador rondaría los 90 minutos. Así fue, sólo dos corredores bajaron de ese tiempo. Y en otras categorías también los tiempos ganadores superaban ampliamente la hora. Tras un detenido análisis de mi carrera determiné que el tiempo perdido rondaba los 23 minutos,       ¡ CASI NÁ ! Tiempo que se esfumó más en muchas pequeñas pérdidas que en pocas de muchos minutos.

    La verdad es que cartografiar esta zona, estableciendo con precisión el grado de penetrabilidad de la vegetación, no ha tenido que ser tarea fácil. Tampoco lo ha tenido que ser el hacer los trazados, aunque la pinza electrónica haya sido una ayuda. En fin, una prueba que viene a hacer grande nuestra liga Norte, nuestra liga BÁRBARA. Grande por su variedad de terrenos, grande por su participación, grande por muchas cosas…sin menospreciar a otras ligas regionales que también son grandes y buenas.

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