sábado, 20 de julio de 2013

¿POR QUÉ PRACTICAMOS ORIENTACIÓN?

   Interesante cuestión, ¿no?, ¿qué razones últimas nos llevan a practicar este deporte?, Tal vez porque se practica principalmente en la naturaleza, o porque no se halla restringido a unas normas y a un terreno de juego tan estrictos como otros deportes, o porque es un deporte individual en el que el resultado depende ante todo de nosotros mismos, o porque es más fácil obtener triunfos dada su baja participación en comparación con otros deportes, o porque implica viajar y es relativamente fácil integrarse en un grupo con intereses comunes, o porque nos gusta practicar actividades que no son mayoritarias, o porque…

   Seguramente si preguntamos una por una a todas las personas que practican la orientación de forma habitual obtendremos respuestas variadas y algunas un tanto desesperanzadoras ya que podría parecer que no son razones muy convincentes (desde un punto de vista más individual que circunstancial) y que la continuidad en la orientación de dichas personas pende de un hilo, concretamente de los vaivenes que pueda sufrir su entorno social más próximo: Yo porque van mis padres, yo porque lo practica el chico que me gusta, yo porque se me da bien y gano bastantes carreras, yo porque me gusta aprovechar los fines de semana con alguna actividad al aire libre, yo porque me gusta correr… Algunas respuestas nacen de inquietudes individuales bien asentadas, otra no.

   La explicación social tiene mucho peso, es cierto, pero ¿existe algún tipo de impulso interno que lleva a una persona a no dejar de practicar la orientación a pesar de los cambios en su entorno social más cercano? Yo estoy seguro de que si, de que ha de haber alguna explicación de naturaleza psicológica relacionada con una tendencia instintiva a una conducta exploratoria. Es posible que no se trate de un instinto propiamente dicho, como el de la propia conservación o el de la conservación de la especie, sino un instinto de segundo orden o una tendencia que sea útil para satisfacer los instintos principales. Resulta evidente que una conducta exploratoria puede favorecer la búsqueda de más ricos y diversos recursos así como el acceso a parejas más lejanas a nuestro nicho ecológico, facilitando el intercambio de genes con otros grupos humanos. Si analizamos la historia del ser humano, parece ser que es una constante esa eterna búsqueda de una especie de paraíso, un lugar en el que sobran los recursos y donde asentar nuestro hogar (los ejemplos en la literatura y en antiguas tradiciones son muy numerosos). Tal vez esa tendencia sea cultural, o tal vez esté de alguna forma implantada en nuestro cerebro.

   Esta teoría está bien cuando imaginamos la humanidad de hace muchos siglos pero, hoy en día, en nuestra sociedad, podemos encontrar alimentos variados con facilidad y el contacto con parejas de origen diverso también es común, así que deben existir ciertos mecanismos neurológicos que hagan satisfactoria e incluso placentera a nivel mental una actividad como el deporte de la orientación. ¿Puede, por tanto, la práctica de la orientación estar relacionada con los circuitos neuronales de recompensa?, ¿puede ser sin embargo que obtengamos satisfacción simplemente en la mejor consecución de una tarea complicada como es la realización de un recorrido en terreno previamente desconocido?, ¿pueden tener algunos individuos una predisposición genética a mantener una conducta exploratoria?, ¿o sólo el aprendizaje y la experiencia pueden convertir una conducta compleja (se ven implicados varios procesos mentales a la vez que se produce una intensa actividad motora) en una actividad gratificante?.

Procesamiento visual 001

   Los neurocientíficos Irving Biederman y Edward A. Vessel publicaron hace seis años aproximadamente un interesante trabajo en el que se aborda el placer perceptivo y sus bases neuronales. Su estudio, basado en el sentido de la visión, viene a concluir que si sentimos placer al contemplar cierta información visual es debido a que las partes del cerebro encargadas de procesar dicha información poseen terminales sinápticos que son receptores de opioides tipo mu (endorfinas); y que dichos receptores son más numerosos en las zonas corticales del encéfalo, lugar donde la información visual termina su procesamiento al asociarlo con experiencias pasadas y las emociones. Según su investigación, las imágenes que más nos atraen son aquellas que son más dinámicas, con más colores y más novedosas. Es decir, las que nos aportan una información más rica, variada y atractiva por nueva o desconocida.

   Si bien este trabajo se centra en la visión, es evidente que estas conclusiones son ampliables a los otros sentidos, lo cual quiere decir que todas las partes de nuestro cerebro implicadas en el procesamiento de información, sea cual sea su fuente, poseen una red de receptores para endorfinas; más densa, como hemos visto, conforme el procesamiento es más avanzado e implica procesos asociativos con otros estímulos internos.

    He aquí una explicación plausible a por qué nos gusta contemplar nuevos paisajes, procesar grandes caudales de información (visual en este caso); y en el caso de la orientación, por qué acudimos con más motivación a una competición en la que se estrena plano y terreno, o por qué regresamos sin pensarlo a lugares en los que los paisajes nos resultaron más agradables, o por qué damos por buena la experiencia de una mala carrera si el lugar nos ha resultado placentero en su percepción, o por qué preferimos planos/terrenos más técnicos en los que incluso es complicado interpretar toda la información que nos proporciona el binomio plano terreno.

   Por otra parte, es digna de mencionar la atracción que los practicantes habituales de la orientación sentimos por el plano. ¿Nos atrae como objeto por sí mismo, o lo que nos atrae es lo que representa, las experiencias que nos puede proporcionar, la información que contiene, o el hecho de que nos permite tener una experiencia placentera al interpretar la información que contiene? Esto puede ser tema a analizar en otra entrada.

   Mi conclusión particular es que la conducta final y habitual de practicar un deporte y/o actividad recreativa como la orientación no viene motivada sólo por un factor sino que viene motivada por varios factores, unos endógenos y otros exógenos, más dependientes de nuestro entorno social.  Son nuestra personalidad y carácter de forma individual así como las circunstancias los que, en cada caso concreto, pueden determinar tanto el practicar o no este deporte como el hacerlo a un nivel u otro a lo largo del tiempo (con mayor o menor implicación, con mayor o menor éxito, etc.). Tendrán más importancia los factores internos (diferencias fisiológicas y motivacionales) o los externos (entorno social y la interacción con el mismo) en cada persona; es trabajo de cada uno analizar cuáles son los factores que cómo individuo le llevan a practicar la orientación.

   En otras entradas abordaré tanto algunos de los factores fisiológicos propios del sistema nervioso como los rasgos de la personalidad que pueden influir en la práctica de la orientación.   

  

  

3 comentarios:

Josu el vasco dijo...

Y tu por que la practicas??

jejeje...

yo aun no lo se, como culpable directo, no tengo dudas, esta el que me introdujo en este deporte...

a partir de ahi..., la conjunción de muchos factores no me ha permitido alejarme mucho de este deporte..., apenas un par de lesiones, y ultimamente problemas laborales y familiares...

Pero la orientacion para mi es una valvula de escape, en la que desconecto y cargo pilas. _Con eso ya seria suficiente, pero hay algo mas que me empuja a continuar...

La droga de este deporte..., la secta que te atrapa y no te deja salir...

Patxorrita dijo...

Algo tienen los planos, balizas y demás que te abducen, ¿verdad? ¡¡¡Toma Expediente X!!!

Unknown dijo...

Una interesante reflexión acerca de las razones que nos llevan practicar orientación.

Hay algo oculto en los mapas y las balizas que nos hace no poder dejar de practicarla.