martes, 2 de julio de 2013

IV Rogaine de Navarra. Quinto Real

    Una nueva cita con la orientación “de mochila” nos llevó el sábado 29 de junio a tierras de Navarra para disfrutar de unos terrenos hermosos y desafiantes. Las amables gentes del Club Deportivo Navarra continúan sacando buen partido a la geografía de su comunidad foral para ofrecer competiciones bien organizadas en lugares donde la naturaleza se manifiesta con rotunda belleza. En este caso el escenario fueron los montes de Kintoa-Quinto Real, junto a la frontera francesa. En síntesis se puede decir que el plano representa bosques de haya que pueblan las empinadas laderas; en las partes más altas el bosque da paso a las praderas. Angostos cauces dan contenido al relieve y existen numerosos elementos de origen humano como torres y escondites para la caza de las palomas, así como bunkers propios de los lugares en los que se vienen a juntar dos países de la “vieja” Europa.

Kintoa 2013

   Formé equipo en esta ocasión con Pablo Jimeno, del COV, quien me comentó en la Liga Nacional de San Leonardo que quería probar cómo era eso del rogaine. Desde luego su debut fue en una prueba con mucho desnivel pero su actitud fue en todo momento positiva y luchadora; además, nuestro nivel de condición física es similar por lo que ninguno de los dos tuvo que sufrir para seguir al otro. Él terminó con ganas de repetir y yo cada vez me encuentro más cómodo en un formato de prueba bastante exigente, si bien he de decir que no he disputado todavía ningún rogaine exprimiéndome a fondo. Creo que es importante conocerse y saber qué se espera conseguir cuando se participa en una prueba de este tipo. Tal vez con una mejor condición física me planteara ir a por el triunfo pero, hoy por hoy, prefiero disfrutar de una jornada en la que mezclar un senderismo algo extremo con la orientación sin luchar contra el crono más de lo necesario.

   El clima nos respetó con una temperatura agradable y sin amenaza de lluvia, lo malo fue que en las cotas superiores reinaba una espesa niebla que dificultaba la orientación y evitó que disfrutáramos de unas vistas que se presumían espectaculares. Respecto a la equipación surgían dudas entorno a si llevar o no bastones o calzado específico de orientación. Pablo y yo decidimos llevar los bastones y, bajo mi punto de vista, fue todo un acierto ya que justificaban su uso en todo momento, tanto subiendo como bajando o andando a curva de nivel por las laderas. El mayor problema con los bastones es cómo llevar el plano para poderlo consultar con cierta frecuencia; yo lo resolví doblándolo y portándolo sujeto con la sujeción de la mochila para la cintura. La frecuencia de consulta al plano en este tipo de pruebas es menor a la que se puede dar en una carrera de orientación habitual o clásica ya que ofrece menos información y la distancia entre controles suele ser mayor. El uso de calzado que combinara un buen agarre con una suficiente amortiguación era fundamental también.

Quinto Real

   Al planificar la estrategia de paso por los controles que nos podían dar la mayor puntuación con el menor esfuerzo tuvimos claro el inicio y el final pero el resto de la carrera, (digamos las cuatro horas centrales) quedaban más abiertas a las circunstancias que se pudieran dar conforme avanzaba la prueba. En un principio hicimos una previsión muy optimista que nos llevaba a la parte más occidental del plano pero, después, realizando una evaluación sobre el terreno, tuvimos que recortar. Una característica notable del plano es que no venían pintados muros y vallas; muy numerosas éstas últimas. Este hecho podía ralentizar y condicionar en ocasiones la marcha previamente planificada.

    Nosotros, como varios equipos, comenzamos nuestro recorrido hacia el Norte. Después visitamos tres controles haciendo una navegación que no implicaba mucho sube y baja. Nos retardó bastante el llegar al segundo control que valía 5 puntos. Poco antes de salir a las praderas altas cruzamos una zona de bloques de roca dispuestos caóticamente y cubiertos por vegetación; ahí Pablo sufrió una caída y se le rompió uno de los bastones, que estrenaba para la ocasión. Posteriormente la niebla se hizo más presente y nos complicó algo las cosas ya que no se veían las balizas a menos de veinte metros de distancia. Entre el penúltimo control que valía 6 puntos y el último de 3 tuvimos que librar un fuerte desnivel, pero ya no nos quedaba más que desplazarnos por una zona de pradera para acabar bajando por el hayedo hasta la carretera, y de ahí a meta. El plan de paso por los controles en los últimos compases de la prueba fue sobre lo previsto y, aunque apurando un poco y terminando a la carrera, todavía nos sobraron unos minutos en la meta antes del corte de las seis horas.

   El fin de semana se completó con una visita a Pamplona el sábado por la noche y el domingo por la mañana visitamos el enclave de Roncesvalles, cargado de historia y paso del Camino de Santiago. Cansados, pero satisfechos, volvimos a nuestros hogares con el ánimo de volver a repetir la “rogainexperiencia”. Tal vez en Huerta del Rey a finales de agosto…

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