Es de bien nacido el ser agradecido, por ello, quiero
dar las gracias a aquellas personas que te encuentras por la vida y que, con su
ejemplo, te van mostrando el camino a seguir. Y si importantes son aquellos que
suponen un ejemplo en positivo y a quien queremos parecernos, no lo son menos
quienes son un ejemplo en negativo y nos muestran claramente qué comportamiento
queremos evitar. Tales individuos abundan por doquier, el neoliberalismo
galopante que campa a sus anchas en los países occidentales genera
constantemente sujetos sin entrañas, conciencia, ni humanidad, capaces de vender
su alma por un puñado de euros, poder, influencia…Son aprendices de psicópatas
con un cierto carisma y bastante capacidad para manipular a los pobrecillos
bienintencionados, esos “tontos” que se creyeron la principal lección de sus
padres y/o educadores: Ser buena persona.
A mi me dicen que tengo pinta de
buenazo. No sé, me gusta pensar que lo que llevas por dentro se transmite al
exterior. Pero, no lo voy a negar, las malas ideas también se me pasan por la
cabeza, lo bueno es que trato de reconocerlas y anularlas, porque aquí me surgen
algunas preguntas: ¿La buena gente nace o se hace?, ¿el bueno lo es porque no
sabe ser de otra manera o porque en cada decisión que ha de tomar elige el
camino de la bondad?, ¿se pueden hacer cosas malas tratando de ser bueno? y, ¿se pueden hacer cosas buenas tratando de hacer el mal?
Retomando el planteamiento inicial,
quiero dar mi más sincero agradecimiento a quienes me muestran el camino que NO
he de seguir, que NO quiero seguir. Según parece los humanos tenemos dos formas
de procesamiento de la información que manejamos, venga del exterior o del
interior; una forma es automática, rápida, inconsciente, no consume apenas
tiempo ni energía, la otra es elaborada, consciente, precisa de tiempo y energía
mental. Si la respuesta al procesamiento que hacemos de la información en forma
automática nos induce al egoísmo, al aprovechamiento propio, a no pensar en los
demás, a no empatizar en absoluto, a perjudicar incluso a otros, parece ser que
no nos convierte en malas personas, ya que estas respuestas automáticas son el
resultado de siglos y siglos de evolución como especie en la que el objetivo
fundamental es la adaptación a un mundo con recursos limitados para conseguir la
supervivencia. Ahora bien, si somos tan obtusos y enajenados como para dejarnos
llevar por esta primera respuesta instintiva y “animal”, o si, tras concedernos
un tiempo para el razonamiento y la comprensión, seguimos optando por la misma,
entonces si que somos malos de verdad. Un argumento esgrimido por quienes se
dejan llevar por las primeras sensaciones y/o construyen sus razonamientos a
partir de las mismas, es que dicen ser más naturales y que son más ellos mismos.
Pero, ¿significa esto que quien se guíe por conclusiones fruto de una reflexión
serena y analítica es menos natural, o que trata de ser quien no es realmente?.
Son conocidas las expresiones que
vienen a tratar de justificar comportamientos injustificables: “Si no lo hacía
yo, otro lo hubiera hecho”, “o te adaptas o te pasan por encima”, “tu hubieras
hecho lo mismo en mi lugar”, “la vida es así, es un mundo difícil, eres
depredador o te comen”, “hay que ser listo…”, etc., etc.. Los rasgos de la personalidad de la mala gente también son
conocidos: Un ego desmesurado (tal vez enorme ante los demás pero por disimular
una evidente falta de autoestima y/o complejos ocultos) y sus defectos
asociados: egoísmo, egocentrismo, egolatría. Una arrogancia más o menos oculta y
que se manifiesta en una auto-imputada autoridad o prestigio. Un despotismo
exacerbado en sus acciones. Una prepotencia carente de todo respeto hacia los
demás. Una soberbia que aflora cuando se les planta cara o no les salen bien los
planes, etc..
Sus “armas” también son bien
conocidas: La sonrisa falsa, tratando de generar confianza y cercanía para que
los demás bajen sus defensas. El chisme, el bulo, el rumor, a espaldas de quien
se quiere perjudicar o condicionar. La falsedad y la doble moral a la hora de
criticar en otros lo mismo que se puede aplicar a ellos. El uso de el halago, el
cumplido y la alabanza para ganarse a alguien…aunque luego se le machaque por
detrás. Presentar como verdad absoluta su propia opinión. Asumir el papel de
autoridad moral y demonizar a todo aquel que ose oponerse a su manipulación,
etc., etc...
Sinceramente, creo que este tipo de
personas son totalmente prescindibles, pero ya que están ahí y hay que convivir
con ellos, “utilicémoslos” para aprender qué es lo peor que puede ofrecer el ser
humano, para aprender que tenemos alternativas, que podemos NO ser cómo ellos,
que hemos de tomar la decisión de NO comportarnos como ellos; “usémoslos” para
diferenciarnos de ellos y tomarlos cómo modelo de en qué NO queremos
convertirnos, quién NO queremos ser. Démonos la oportunidad de disfrutar del
silencio, reflexionemos, hagamos un análisis objetivo de nosotros mismos,
eliminemos el ruido de nuestra mente y si, después de tal proceso, nos
reconocemos como razonablemente buenas personas entonces alegrémonos e iniciemos
una lucha firme pero pacífica contra aquellos sujetos que parasitan la vida de
otros, individuos que, en el fondo, merecen lástima en vez de rencor. Si a pesar
de mostrarles sus errores siguen empecinados en sus posturas y conductas
entonces no merecen más que desprecio y que no les dediquemos ni un segundo más
de aquello más preciado que tenemos: Tiempo.