Siempre se ha dicho que el deporte es una escuela de valores. Y es cierto. Y si hay un valor transversal, común a todos los deportes, ese es, al menos desde de mi punto de vista, el respeto. Esto queda muy bien decirlo, pero a menudo las personas no entienden muy bien en qué consiste el respeto, en qué conductas se concreta. Para algunas personas, ser respetuoso se limita a no recurrir a la violencia para dirimir algún conflicto o no insultar a otras personas. Evidentemente dichas conductas entran dentro de lo que se considera tratar a los demás con respeto, pero el concepto va más allá y se traduce en otros comportamientos como: No manipular a los demás, no utilizar a los demás para conseguir objetivos personales, empatizar y contemplar como potencialmente válidos otros puntos de vista, ... Además, el respeto no sólo ha de ejercerse hacia otras personas, también ha de manifestarse hacia nosotros mismos, hacia las normas que rigen la práctica de los distintos deportes, etc..
Como puede
concluirse a través de los comportamientos habituales del narcisista, es
cuestión de tiempo que una persona que padece un TPN genere situaciones de
conflicto en el entorno del deporte, situaciones en las que se den distintas
faltas de respeto. Si una persona narcisista no acepta las críticas como
deportista, entrenador, directivo, etc., surgirá el conflicto; si una persona
narcisista se aprovecha de los demás para conseguir sus propios fines, surgirá
el conflicto; si se cree mejor que los demás; si no tiene empatía; si se cree
merecedor de ciertos privilegios por ser quien es, si hace trampas para obtener
un mejor resultado, etc., se producen faltas de respeto y, en consecuencia,
situaciones de conflicto. Y aún peor que se produzcan dichas faltas de respeto
es que otras personas las perdonen, las justifiquen, las pasen por alto, no
quieran verlas, no quieran censurarlas ni aplicarlas una sanción. De este modo,
el narcisista se hace fuerte, se incrementa y refuerza la idea de que es
especial, grandioso, hecho de otra pasta, y que los demás le temen y no se
atreven a corregirle.
Algunos comportamientos habituales en
personas que sufren un TPN dependiendo de su rol en el mundo del deporte pueden
ser:
- Como deportistas, actúan como si con ellos
"se hubiera roto el molde", es decir, son los mejores y punto, tanto
cuando ganan como cuando pierden ya que seguramente habrá sido por cualquier
motivo ajeno a ellos (el árbitro, las condiciones del campo, el rival ha hecho
trampas, algún fallo del material, alguna molestia o lesión fingida, etc..).
Exageran sus éxitos y callan sus fracasos. No respetan las normas; ellos están
por encima de las normas que sí se aplican a los demás. No hacen caso a sus
entrenadores, van por libre porque ellos saben más que nadie. Utilizan a otras
personas en su provecho y critican a compañeros que hayan conseguido mejores
marcas, más triunfos, ser convocados, etc.. Por una parte creen suscitar la
envidia de otros pero lo cierto es que suelen ser ellos quienes envidian a los
demás. No se ponen en el lugar de compañeros lesionados, o que no consiguen sus
objetivos; al contrario, se alegran internamente del fracaso de los demás. Les
gusta ser el centro de atención y buscan la admiración de otras personas.
- Como padres/madres de deportistas, los narcisistas
se proyectan a través de la carrera deportiva de sus hijos/as y quieren que
sean los mejores; y aunque no lo sean le dirán a todo el mundo que si los son.
A través de sus hijos/as quieren ser vistos como padres modelo o incluso como
entrenadores de estrellas del deporte. A menudo provocan el que sus hijos/as
abandonen prematuramente la práctica deportiva porque les exigirán un
sacrificio y disciplina a niveles que están por encima de la tolerancia de deportistas
jóvenes. No les interesa tanto el que sus hijos/as disfruten con la práctica
deportiva o que adquieran unos hábitos y valores saludables como que ganen siempre,
sean triunfadores y puedan compartir sus éxitos con ellos. Los padres
narcisistas no dudarán en utilizar a sus propios hijos para ganar prestigio,
llamar la atención, presumir ante propios y extraños, y en arrogarse ser quien
hace que su hijo/a obtenga éxitos. Con los fracasos la cosa cambia: ¿Lesión?
Culpa del chaval, o del entrenador, o del fisio; ¿ha perdido? Otra vez, culpa
del hijo, de su entrenador, etc..
- Como entrenadores/as, tratarán a sus deportistas
sin respeto. Se aprovecharán de sus éxitos para aumentar su propio prestigio y
llevarán a sus deportistas hasta los límites del agotamiento si es necesario
para que aumente su participación y sus posibilidades de éxito sin importar el
que los deportistas puedan quemarse. Las carreras deportivas pueden ser cortas;
nunca se sabe cuándo puede producirse una lesión, por eso, algunos
entrenadores/as sin escrúpulos no dudarán en dirigir de forma autocrática la
carrera de sus deportistas, si es que creen que están en un buen momento de
forma, para "exprimirles" al máximo antes que la edad o las lesiones
les saquen de la élite de un deporte determinado. Los entrenadores narcisistas
quieren suscitar la admiración de los demás y aquellos/as a quienes entrenan no
son más que los "tontos útiles" que han de poner su sacrificio al
servicio del prestigio y los éxitos del entrenador. Una vez más, se observa la
falta de empatía, las ideas de grandiosidad, éxito y prestigio, el utilizar a
los demás para la consecución de sus propios objetivos, etc..
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