domingo, 29 de abril de 2012

Tiempo de ladra

   Bien metidos en la primavera, ha llegado el tiempo del celo de los corzos. Los machos, otrora huidizos, ahora son esclavos de sus hormonas sexuales y se convierten en unos combativos luchadores territoriales llegando a mostrarse sin rubor y a enfrentarse a criaturas más grandes que ellos mismos. Ahora su pelaje es pardo rojizo, ya no es la borra gris que protegía mejor del frío y, sus cuernos, renovados año tras año en el caso de los machos, lucen todas sus puntas y perlas bien desarrolladas.

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   En esta época del año los días son largos y merece la pena aprovecharlos para salir a hacer trabajo de campo, entrenar en el bosque, dar un paseo, etc..y no es extraño escuchar un ronco ladrido venido de la espesura. Es el ladrido del corzo, que en otras ocasiones expresa dolor, aviso de que hay una amenaza en la zona, señales territoriales acústicas, etc..pero que en esta época viene a decir: “Oye tú, no sé lo que eres, pero no te tengo miedo, estás en mi territorio y si tengo que luchar contigo por los favores de una hembra, lo haré”.

   La cuerna del corzo, corta y poco desarrollada, está, a diferencia de la del ciervo o el gamo más adaptada a la vida en la dehesa, muy bien adaptada a la vida en un entorno forestal variado en el que se pueden encontrar zonas de ramas bajas o de maleza. Los machos aprovechan sus cuernos en esta época para marcar con ellos los troncos que hay en las lindes de su territorio particular.

   También marcan algunos troncos con un chorro de orina cargado de feromonas, una marca química personal. En ocasiones los corzos frotan sus cuernos contra el suelo en los lugares en los que abundan los líquenes, luciendo así una especie de guirnaldas blanco-verdosas.

   La primera vez que oí de cerca la ladra de un corzo pensé que se trataba de un perro y me preocupé, pero ahora su sonido se ha convertido en un tono frecuente que acompaña mis jornadas en el bosque y que no me inquieta sino que me alegra por saber que está cerca el animal al que me gustaría emular en su facilidad para desplazarse velozmente por el suelo boscoso.

Frente

  Hay un dato curioso acerca del periodo de gestación en esta especie, y es que tras la cópula, el óvulo fecundado no inicia inmediatamente su desarrollo, sino que permanece en estado durmiente o latente durante varios meses, desde mayo-junio a noviembre o diciembre, de modo que, aunque el apareamiento se da nueve meses antes del parto, el periodo de gestación es de poco más de cuatro meses.

  La razón de este hecho es que el parto se produce en una época del año en la que abunda el alimento para las crías y, no menos importante, el entorno tiene unas propiedades (altura de la hierba, colores predominantes, etc..) en las que es más fácil para la nueva prole utilizar el camuflaje que le proporciona su pelaje y, sobre todo, su quietud y silencio en presencia de una amenaza potencial.

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