No todas las personas que exhiben ciertas conductas narcisistas padecen, y hacen padecer, un TPN. Algunas personas han podido tener contacto frecuente con algún TPN y han aprendido a reproducir ciertos comportamientos en determinadas circunstancias. Como ya se mencionó en la primera entrada al respecto, para que existan indicios veraces de encontrarse ante un TPN han de darse al menos cinco conductas habituales de un total de nueve posibles.
El origen de
dicho trastorno parece estar a lo largo del desarrollo del individuo en algún
momento de su niñez. Pensemos en un niño que haya sido enviado por sus padres a
un internado con una corta edad, por ejemplo. Es posible que ese niño crezca
pensando que sus padres no le quieren y que le han enviado a que le eduquen
entre extraños porque no deseaban tenerle cerca. O esos niños cuyos padres les
ha impartido una educación muy estricta y gustaban de imponer severos castigos.
O, simplemente, esos niños que se han tenido que quedar solos a una corta edad
o al cuidado de algún familiar porque sus padres trabajaban y cuando llegaban a
casa no pasaban tiempo con ellos por estar muy cansados o por tener que
enfocarse en otras tareas. ¿Qué le pasa por su mente inmadura a un niño que anhela
el cariño de sus padres y no lo recibe? Hoy en día se sabe que los niños
sometidos al abandono y las niñas sometidas a malos tratos físicos tienen un
desarrollo físico del encéfalo diferente al de otros niños y niñas que,
afortunadamente, no se han visto sometidos a un alto nivel de estrés continuo.
Sin llegar a estos casos más extremos, la falta de cariño de los padres tal vez
no condicione el desarrollo del sistema nervioso de niñas y niños, pero sí
parece ser un factor lo suficientemente importante como para alterar el
desarrollo de su personalidad.
Por
expresarlo de un modo crudo, los TPN están vacíos por dentro; vacíos de
autoestima, de amor propio. Sienten que les faltó el apoyo de sus padres y, en
cierta medida, parecen culpar al resto del mundo por ello. Como si de un
mecanismo de defensa se tratara, van creando a su alrededor un sistema de
defensa como si fuera un caparazón. En el interior de dicho caparazón hay un
gran vacío lleno de "ego". El ego de los TPN es grande como un globo
aerostático, pero lleno de aire y su cabeza está llena de ideas de grandeza, de
sueños en los que consigue grandes éxitos y ser el centro de atención. En el
polo opuesto encontraríamos a personas con un ego pequeño pero con un gran peso
específico, como una bola de acero; y una mente que mira al mundo y a sí mismo
tal como es, sin fantasías absurdas, con un punto de vista realista.
Los TPN, a
menudo, sienten una gran necesidad de controlar a todo y todos a su alrededor.
Por ello suelen desplegar una gran capacidad de manipulación. Aunque en
apariencia inteligentes, sí es cierto que piensan mucho pero su astucia no es
puesta al servicio de los demás sino que sus objetivos siempre son egoístas.
Engreídos, arrogantes, prepotentes y soberbios, para ellos las relaciones humanas
no son más que un juego en los que poner a prueba sus habilidades de
influencia, condicionamiento y coacción, ya que ven a los demás como personas tontas
y simplonas, que mantienen un "buenismo", una empatía, un respeto y
una consideración por los demás que a ellos incluso les ofende. Y, cuando se
ven expuestos, justifican su forma de ser afirmando que son como todo el mundo,
pero ellos no son tan falsos y cínicos como para negar su naturaleza. Es decir,
como reza el refrán: "Piensa el ladrón que todos son de su condición".
Podría
llegarse a concluir que los TPN son fáciles de encontrar en puestos con altas
responsabilidades y poder como, jefes diversos, miembros de las FSA, políticos,
etc.; sin embargo, como afirma Piñuel, podemos encontrar TPN e incluso
psicópatas narcisistas en cualquier entorno, sin importar la profesión que desarrollen.
Una pregunta importante sería: ¿Favorece nuestra sociedad y cultura el
narcisismo? Pues en mi opinión y en la de otros psicólogos, la respuesta es que
sí. Según parece, a las élites que dirigen el sistema les interesa que cada vez
haya más narcisistas. Les interesa que haya más personas fácilmente
manipulables, y es que, los TPN son manipuladores pero también fácilmente
manipulables. ¿Cómo? De un modo muy sencillo. Los cumplidos, las lisonjas, los
comentarios que vengan a hinchar su ego suenan a música celestial en los oídos
de los narcisistas; por eso, quien sepa administrar, con cautela y
periódicamente, una buena ración de palabras amables a un narcisista, le tendrá
bailando en la palma de la mano.
¿Curación?,
¿recuperación? Pues no. Estamos hablando de una quimera, una utopía
prácticamente. Los narcisistas no van a someterse voluntariamente a una terapia
porque, en su mente trastornada, son los demás quienes necesitarían tal
terapia. Los "locos" son los demás, comportándose como niños
buenecitos, con toda su inteligencia emocional y esas zarandajas; empeñando sus
vidas en conseguir estados emocionales cercanos a la felicidad, persiguiendo
eso que llaman amor. En fin, los narcisistas se sienten orgullosos de ser cómo
son; son felices jugando y controlando a los demás a través de su mayor
debilidad, sus emociones. El miedo, la culpa, la vergüenza, la alegría, la
tristeza. Observan a sus presas, estudian sus debilidades y cuando las perciben
lo bastante vulnerables las hipnotizan con su capacidad de manipulación. ¿Las
presas más apetecibles? Los PAS o Personas Altamente Sensibles. ¿Lo qué más
odian? Ser expuestos, recibir críticas y que se les diga que NO. Cuando se
juntan dos narcisistas, ¿entran en conflicto? No es lo habitual, se reconocen
entre sí y mantienen las distancias, pero también pueden establecer una relación
de cooperación en la que se "rascan la espalda" mutuamente.